La música abstracta no pretende más que expresar puras ideas musicales, eliminando todo lo que pueda inducirnos a cualquier relación extramusical, según la terminología de Hanslick, célebre crítico y esteta de origen checo. En tal género se incluiría mucha de la música orquestal, buena parte de la de piano y grandes cantidades de la de cámara, etc., que no describen ni están ligadas a un guión literario o palabra.
Precisamente, en la denominada música dramática si está ligada la palabra, como ocurre en la música teatral (ópera, opereta, zarzuela,...) y la no teatral, como el “lied” o la canción.
Por otra parte, la música incidental propone un entorno descriptivo a una película o un obra de teatro, subrayando o definiendo la acción dramática, sin ser parte fundamental de ella aunque sí importante.
También indirectamente ligada a la palabra, y totalmente opuesta a la música abstracta, está la música de programa o programática, en cuanto que hace referencia a cualquier fenómeno extramusical, como un poema, historia, carácter, emoción, etc.. Tal sería el caso del poema sinfónico, que, sin llevar texto cantado, sigue mentalmente un guión o argumento literario, evocador e hilador del discurso musical propuesto por el compositor.
Por último, la música descriptiva sugiere cosas concretas (tormentas, cantar de pájaros, paisajes, etc.), dentro de una obra o conformando un todo unitario. No obstante, esta definición ha de ser cuidada, pues no se puede identificar todo tipo de música con este último género, error en el que se suele caer al oír comentarios como “aquí el autor describe...”, que no dejan de ser libres interpretaciones en composiciones puramente musicales y/o abstractas.
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